«En cierta época en Europa se desató una peste tan espantosa que aniquiló casi la mitad de la población, peste conocida como el Cólera Morbus o peste del vomito negro.
No dejó de invadir nuestros pueblos de América. En Europa era tal la desolación que no había tiempo de cargar los cadáveres para darles sepultura y menos cumplir los oficios religiosos, por lo que se abrían grandes fosas colectivas, allí eran arrojados por esclavos en el cortejo más popular: la carreta.
Según comentarios, algunas víctimas lograban sobrevivir al espanto de la petrificación intestinal y salían de las enormes fosas, caminando sin saber hacia dónde sin rumbo fijo, creando una atmósfera de espanto; así como aquellos que moribundos, solicitaban auxilio. El sonido de la carreta se fue grabando en la mente de todos los habitantes, el ruido de sus ruedas representaba la muerte, el carretero buscaba cadáveres y posteriormente a la peste, la gente seguía oyendo esas ruedas, ese ruido fatídico.
Esto, naturalmente, fue creando la leyenda del carretón, del extraño vehículo, del extraño sonido buscando los próximos a morir. En nuestro país existen recuerdos terribles del Cólera Morbus, tan terribles que también quedó el recuerdo, la leyenda, el espanto de la carreta, que acentuaba su tránsito desde la antigua Plaza La Trinidad (hoy Panteón Nacional), finalizando en la Plaza La Candelaria»…