«‘Si por la noche se oye cabalgar algún lamento, en San Casimiro se pinta la sombra de tu recuerdo, si es que te encuentras penando en las montañas del tiempo, con gusto hachador perdido, yo te rezaré tu Credo’… Así comienza el «corrio» del Hachador Perdido, canto popular que nos habla de un ser alto, calvo, con ojos «como dos brasas que queman el alma», de dientes filosos, pecho cubierto de lana y manos planchadas como las de una rana. Que lleva siempre su hacha en mano para arremeter contra todo aquel que va a las montañas a cazar, no por hambre, sino por ambición.
Cuentan que en vida era un leñador que quería hacer su propia urna, pero un Viernes Santo salió al monte a realizar su tarea, cuando Dios lo castigó, fulminándolo, en el instante en que levantaba el hacha para asestarla en un tronco. Convertido en un ánima en pena, su espectro vaga por los campos y bosques donde eternamente ha de ejercer su cometido… Oyéndose el lúgubre retumbar de secos y
prolongados golpes de hacha»…