Estimado Paul Gillman:
Recibe mis más gratos saludos y sinceros respetos.
Tengo a bien unirme, muy sinceramente, al repudio generalizado que se ha manifestado de parte de la comunidad metalera hacia el pseudofestival que está actualmente gestándose en el Estado Yaracuy. Debo decir, tengo ya bastantes años viviendo en este estado, y aunque soy natural de Lara, siento a esta tierra -que hoy se ve ofendida- muy dentro de mi.
Realmente me apena esta situación, porque es sabido por muchos que talento e integridad abundan en esta pequeña región. Siento la imperiosa necesidad de disculpar, no a quienes pretenden dañar la imagen de aquellos que sí sienten respeto genuino por esta cultura, sino a éstos últimos, quienes viven (y aquí me incluyo) por una filosofía que los une, y que día a día se levantan con la idea en la cabeza de hacer algo mejor, y con la interrogante entre sien y sien: ¿cómo hago para que el metal nacional se gane el puesto que se merece?
Iniciativas hay dentro de Yaracuy para responder activamente esta pregunta.
Tal es el caso de Metalkultura, un programa radial que sale tres veces por semana a través de la radio comunitaria Bicentenaria 93.3 FM, conducido por dos jóvenes, uno de veintitantos y otro de apenas 16 añitos (éste último, mi hermano menor). El programa conjuga perfectamente temas de cultura general y preocupaciones globales como la ecología, las guerras, la decadencia de la sociedad, entre otros, con temas de rock de la vieja y nueva guardia, nacional e internacional.
Actualmente, se encuentran organizando (o al menos tratando de hacerlo, trabas hay demasiadas) lo que sería una primera edición de un festival al que han denominado MetalkulturaFest, que pretende reunir en la ciudad de Chivacoa a todo el talento nacional y regional en materia de heavy metal y géneros afines que esté dispuesto a participar. Pretenden salir bajo el lema «Metal por la paz y la libertad».
En este sentido, afirmamos y reiteramos (me atrevo a hablar en nombre de Metalkultura): En el rock, en nuestro rock, no admitimos máscaras de «quién es el más malo aquí», ni estamos dispuestos a tolerar, por ningún motivo, que por personas como éstas, lo que compartimos como una ideología y una cultura que profesa protestas con sentido, argumentación, poesía y verdadera música, se desmorone en rechazo generalizado por ignorancia y mediocridad.
Ratifico mi unión al repudio a este evento descabellado. Por otro lado, me llena de satisfacción saber que el verdadero metal nacional está bien situado y tiene consciencia de lo que hace, de lo que es, y sobre todo de lo que no es.
Valentina Curcó